Historia de la camiseta blanca
Historia de la camiseta blanca

Puede que la camiseta blanca sea la prenda más fácil que existe. En todos los sentidos (y con perdón de los jeans). Pues, además de sencilla de llevar, también resulta simple de encontrar, de combinar y de actualizar. ¿Quién no tiene una en su armario?
El origen de esta prenda con vocación unisex se remonta al año 1904, cuando Cooper Underwear lanzó una primera camiseta blanca "solo para hombres solteros" e interior; ideada para llevar debajo de la camisa y acompañada del siguiente eslogan publicitario: "Sin imperdibles, sin botones, ni aguja ni hilo". ¿Su antecedente? Los long johns, unos monos enterizos masculinos de algodón que en el siglo XIX se utilizaban debajo del traje.

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El ejército hizo suyo este lema. Y, de ahí, a la calle. La firma Sears propuso llevarla como pieza exterior en 1938. Le siguieron Fruit of the Loom o Hanes. Pero no fue hasta que se la puso Marlon Brando en Un tranvía llamado deseo (1951) cuando se convirtió en auténtica tendencia y, de paso, en hit de ventas.
Durante los 60 y 70, la camiseta blanca se volvió básica. Y, por fin, su uso se extendió a las mujeres. El modelo fetiche de aquella época dorada de la t-shirt (este nombre viene de la forma de T de la camiseta y de A este lado del paraíso, la obra de 1920 de Scott Fitzgerald) era el de manga corta y corte ajustado, con largo a la cintura. Las mangas podían ir con o sin vuelta.
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Luego llegarían los años 90 y, con ellos, el minimalismo casual de Calvin Klein y sus musas. Pero en contrapunto también el exceso estético teen de series de televisión como Salvados por la campana.
En la actualidad, la camiseta blanca es un must. Un imprescindible. Una institución de moda. Tanto, que ni siquiera nos planteamos qué haríamos sin ella. ¡No podríamos imaginárnoslo! Alexa Chung o Kendall Jenner saben cómo actualizarla en sus looks sin que por ello pierda un ápice de su esencia primigenia.
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Fotos: Cordon Press y Tumblr